El sabor tradicional, la belleza de lo auténtico, el azulejo de siempre. Esta es la caricia de la cerámica artesanal que envuelve espacios de luz y aromas del Guadalquivir más colorido.
De máxima belleza, la cerámica sevillana es la protagonista de los patios andaluces y de los escenarios más coloridos que viajan a nuestro pasado de la forma nostálgica. No en vano, el azulejo tradicional ha sido partícipe del transcurso de nuestra historia, la transición de las épocas y las caricias de nuestra Península, rica en culturas, sabores y tradiciones de esencia y color Mediterráneo.
Aparece por primera vez en los hogares de los nómadas que comenzaban a asentarse en casas y decoraban las paredes con un alicatado conservando los perfiles estéticos de sus jaimas más ancestrales. Al-Andalus progresaba y Sevilla pronto se convertiría en el motor comercial de la Península.
Fue el siglo XVI el escenario clave de esta cerámica producida de forma artesanal con colores de gama fría como los negros, blancos y azules turquesa. Pronto se valoró como lo que hoy en día denominamos “la joya” de la cerámica tradicional.
Por ello, diversas firmas de cerámica artesanal abogan por la colocación de esta de forma contemporánea y actual. Además de la aplicación de antes el azulejo con más sabor de la cerámica despierta ahora en los espacios más modernos. Esto es, tendencias tradicionales que vuelven a adquirir protagonismo por su auténtico valor.
El azulejo artesanal de destaca por su decoración de intensidad cromática alcanzada gracias a un proceso de producción tradicional que impregna a los espacios decorativos la distinción .
Los Reales Alcázares de Sevilla o la Capilla de los marqueses de Tarifa visten este azulejo, icono de tradición y de altísimo valor decorativo.